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Por Laura Rocha

Los fuegos que, durante agosto, afectaron casi la mitad del territorio Argentino dejaron al descubierto el verdadero ecocidio al que nos estamos enfrentando. Cientos de miles hectáreas chamuscadas que se suman al desmonte descontrolado en medio de una pandemia no hacen otra cosa que revelar la inacción del Estado frente a semejante catástrofe.

¿Sólo podemos rezarle a la lluvia y esperar que se corte la extrema sequía que afecta al centro y al norte del país que ha bajado el caudal del río Paraná hasta límites inimaginables? Como si fuera un chiste de mal gusto, el anuncio oficial del impulso a la Hidrovía con un manejo mixto, muestra la poca puntería en materia ambiental de quienes nos gobiernan. No sólo tuvieron que hacer malabares para que las cámaras enfocaran al Presidente de la Nación, Alberto Fernández y no a los incendios, sino que olvidaron mencionar que por ese inmenso curso de agua se comercia lo que genera el corazón productivo de Argentina, incluido lo que genera el desmonte.

El argumento de que la crisis económica que atraviesa el país, agravada por la pandemia de Covid-19 habilita un vale todo es errónea. El antes y después que representa esta realidad en la que vivimos encerrados no sirvió para nada en estas latitudes: firmes con la apuesta a los combustibles fósiles con generosos subsidios. Ahora se suma que un 25% de lo que se recaudaría, según el proyecto a las grandes fortunas, iría a las grandes fortunas: ¡¡¡chiques eso no es la economía circular!!! El otro polo de “desarrollo”, granjas porcinas para venderle carne de cerdo a China intentando evitar las zoonosis que se generan en esos ambientes.

Todas estas apuestas quedan lejos del Green New Deal que se pregona: sólo un atisbo a la movilidad eléctrica y a transportarse en bicicleta, algo bastante poco ambicioso. Mientras tanto, todos miran atónitos el fuego. Es comprensible, las llamas generan cierta hipnosis. Mientras tanto, en Ambiente y en el Consejo Federal del Medio Ambiente (Cofema), compuesto por las autoridades ambientales de las provincias, se habla de una modificación de la Ley de Bosques. Esa norma de presupuestos mínimos que tanto costó conseguir y que no se cumple.

Es como la Ley de Glaciares. Cuando la política se ve impotente, a lo primero que atina es a cambiar la norma. Muchachos: lo que hay que cambiar es la acción política. Repetir en loop acciones que no llevan a nadie a ningún lado para hacer equilibrio entre los intereses económicos y políticos. Misma receta, mismo resultado. Así no.

Sólo en la última década, en nuestro país se ha deforestado un promedio de 240.000 hectáreas anuales de bosques nativos y el Gran Chaco es una de las ecorregiones más afectadas por esta problemática. Según el Informe Bosques Vivos ‘Living Forest Report’ de WWF, el Gran Chaco Americano es uno de los 11 frentes de deforestación del mundo. Además, ha sido uno de los lugares con las tasas más altas de deforestación y degradación. ¿Qué significa esto? Desde hace más de un siglo esta región enfrenta la pérdida sostenida de su patrimonio natural y cultural a causa del uso no planificado de los recursos y el avance de la frontera agropecuaria.

Por eso creemos que es necesario dar un giro drástico en la política forestal. No hay que cambiar la ley, hay que cambiar la meta. El último objetivo anunciado por el Estado argentino puso un horizonte que se ve muy lejano: dejar de desmontar para 2030. ¿Se imaginan cómo quedará el país en 10 años si seguimos con esta inercia? La deforestación tiene que frenar inmediatamente. Ya mismo. En 2020.

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