América Latina enfrenta un problema creciente que amenaza con ir en contra de los esfuerzos climáticos: la desinformación. La región, con un papel clave en la lucha contra el cambio climático, es también un campo de batalla donde se difunden narrativas falsas o engañosas que buscan confundir a la opinión pública, debilitar políticas ambientales y favorecer intereses económicos de sectores extractivos.
La desinformación climática en América Latina ha aumentado en los últimos años, impulsada por redes sociales, grupos de presión y la industria fósil, que difunde datos erróneos o manipulados sobre la crisis climática.
Esta desinformación toma diversas formas, desde la negación directa del cambio climático hasta la minimización de sus impactos o la exageración de los costos económicos de las políticas de transición energética.
Los principales actores que promueven la desinformación incluyen sectores industriales con intereses en combustibles fósiles, agronegocios y minería. Estos grupos suelen financiar estudios cuestionables o promover expertos que restan importancia a la emergencia climática.
Al mismo tiempo, las redes sociales han servido como amplificadores de estos mensajes, permitiendo que narrativas falsas se diseminan con rapidez.
COP30: una oportunidad
En noviembre de 2025, Brasil será sede de la conferencia de cambio climático de Naciones Unidas, COP30, una oportunidad para resaltar la necesidad de abordar la desinformación climática.
En Brasil, los grupos agroindustriales relacionados con la deforestación son los actores más relevantes en la obstrucción climática, la cual aumentó de manera significativa durante el gobierno del ex presidente Jair Bolsonaro, de acuerdo a un reciente estudio.
Un primer paso de cara a la COP30 tuvo lugar en Brasil, el 25 de marzo, en la Cumbre por la Integridad de la Información. Allí, más de 120 representantes de gobiernos, organizaciones multilaterales y organizaciones sin fines de lucro discutieron estrategias para garantizar la integridad de la información climática en el camino a la cumbre del clima, algo a lo que ya se comprometió el gobierno del presidente Lula da Silva.
Thais Lazzeri, fundadora y directora de FALA, una de las organizaciones detrás de la cumbre, sostuvo:
“Hemos observado cómo las plataformas digitales están desmantelando sus políticas de moderación de contenidos y verificación de hechos, llamémosle por su nombre: políticas de derechos humanos. Y eso está haciendo que las redes sociales, y la vida real, sean más hostiles para muchos de nosotros y para nuestros seres queridos”.
Los participantes coincidieron en que la integridad de la información no solo es esencial para una acción climática sólida, sino también para la protección de los derechos humanos fundamentales, la democracia y la libertad de expresión.
Además, resaltaron el papel clave de los legisladores en el fomento de la transparencia y la rendición de cuentas entre los medios de comunicación, las redes sociales y las empresas tecnológicas.

La cumbre concluyó que la COP30 presenta una oportunidad global única para la cooperación multilateral en materia de integridad de la información. Los participantes pidieron que la cumbre establezca las funciones y responsabilidades tanto de los gobiernos como de los actores del ecosistema de la información (empresas tecnológicas, medios, anunciantes, entre otros) en la salvaguardia de la información climática.
Desafíos pendientes
A pesar de la creciente concienciación y de algunos pasos iniciales, las acciones concretas para combatir la desinformación climática en 2024 fueron insuficientes frente a campañas cada vez más sofisticadas y generalizadas.
Las empresas de combustibles fósiles, en colaboración con el sector de las relaciones públicas, siguen perfeccionando sus tácticas manipuladoras, coinciden especialistas que participaron de la cumbre.
“La desinformación no se limita a las plataformas digitales. Tenemos que hablar de la infraestructura del mercado de la comunicación. Hay todo un ecosistema e intereses económicos que sustentan toda esta lógica. Así que la desinformación siempre está al servicio de intereses políticos, intereses económicos, o bots”.
Marie Santini, directora y fundadora de Netlab de la Universidad de Río de Janeiro
En 2024 ha continuado una tendencia de amenazas a la transición hacia la energía limpia alimentadas por campañas deliberadas de desinformación. Los intereses de los combustibles fósiles están difundiendo narrativas falsas que explotan las preocupaciones locales para manipular la opinión pública en contra de los proyectos de energía limpia a nivel mundial, desde Australia hasta Estados Unidos, Europa, Reino Unido y África.
También se está intensificando el uso de los impactos climáticos como arma a través de la desinformación de crisis. Aprovechando la vulnerabilidad tras los fenómenos meteorológicos extremos, estos actores difunden a menudo contenidos oportunistas que capitalizan las emociones para conseguir participación y beneficios. Se aprovechan de narrativas virales para afectar la comprensión pública de realidades climáticas.
“Quienes se benefician de las falsedades son los más interesados en difundirlas. Hoy en día, cada persona es un periódico y su propio editor. Los influencers pagados, coordinados para maximizar el compromiso, actúan como una forma de publicidad muy eficaz, y son una preocupación seria. Se generan mentiras para obtener rédito económico”.
Paulo Sergio Domingues, ministro de la Corte Superior de Justicia de Brasil
En los últimos años, el constante ataque a los científicos se ha visto alentado por los cambios en el panorama de las redes sociales. Casi el 40% de los científicos ha denunciado acoso en línea sobre el clima en 2023 y más del 50% de los científicos que habla sobre el clima en los medios se enfrentaron a acoso en 2024, una dinámica que está incluso llevando a meteorólogos a renunciar a sus trabajos.
Brasil es el segundo mayor usuario de redes sociales del mundo. Al mismo tiempo, es uno de los países con menos regulación de las plataformas digitales. Especialistas en la Cumbre por la Integridad de la Información coincidieron en que hay un terreno fértil para la desinformación en Brasil, principalmente gracias a la falta de supervisión y los esfuerzos de las empresas tecnológicas para mantener el status quo.