El primer Día Mundial de los Glaciares se celebra el 21 de marzo de 2025, en el marco del Año Internacional de la Preservación de los Glaciares. Justo en la víspera del Día Mundial del Agua, poniendo en relieve el papel de los glaciares en la seguridad hídrica de los territorios.
Venezuela perdió su último glaciar en 2024, convirtiéndose en el segundo país en quedarse sin estas enormes masas de hielo. No fue el único: el glaciar Conejeras, en Colombia, también fue declarado extinto.
Es más, los datos de 5.500 glaciares ubicados en los Andes evidenciaron cómo estas montañas perdieron el 25% de su cobertura de hielo en 2024.
De hecho, los glaciares tropicales de los Andes se están derritiendo diez veces más rápido que la media mundial acumulada.
Y la historia es similar en todo el orbe. El año pasado marcó el tercer año consecutivo en el que las 19 regiones glaciares experimentaron una pérdida neta de masa. La pérdida de masa glaciar se calculó en 450.000 millones de toneladas.

Lo que se vio en el 2024 no es atípico, corresponde a una tendencia: cinco de los últimos seis años fueron testigos del retroceso glaciar más rápido de la historia. De hecho, entre 2022 y 2024 se registró la mayor pérdida de masa glaciar en tres años.
En muchas regiones, lo que solía llamarse el «hielo eterno» de los glaciares no sobrevivirá al siglo XXI, según informes de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Servicio Mundial de Vigilancia de Glaciares (SMVG).
¿A qué pasa si perdemos los glaciares? Junto con las capas de hielo, los glaciares almacenan cerca del 70% de los recursos mundiales de agua dulce. Las regiones de alta montaña son las torres de agua del planeta. Por ello, el agotamiento de los glaciares amenaza el abastecimiento de cientos de millones de personas que dependen de la liberación del agua almacenada en inviernos pasados durante las épocas más calurosas y secas del año. A corto plazo, el deshielo de los glaciares aumenta los riesgos naturales, como las inundaciones.
“La preservación de los glaciares es una necesidad no sólo ambiental, económica y social. Es una cuestión de supervivencia”.
Celeste Saulo, Secretaria General de la OMM
Millones dependen del agua de montaña
Sólo las montañas proporcionan hasta el 60% de los flujos anuales de agua dulce. Más de 1.000 millones de personas viven en ellas y 2.000 millones dependen de los glaciares, la nieve y la escorrentía para obtener agua potable para consumo, saneamiento y economía.
Precisamente, hablando de modos de vida, las regiones montañosas son esenciales para sectores como el pastoreo, la silvicultura, el turismo y la producción de energía. Todas, actividades dependientes del agua. Las montañas también proporcionan insumos de gran valor como plantas medicinales, madera y otros productos forestales, ganado y productos agrícolas especializados, todos ellos dependientes del agua.

En los países andinos, por ejemplo, el 85% de la energía hidroeléctrica se genera en zonas montañosas. Es más, la seguridad alimentaria e hídrica de 90 millones de personas depende de los mantos acuíferos andinos.
Y en escenarios de cambio climático, lo peor está por llegar: si las emisiones son elevadas, los Andes tropicales podrían perder 70-100% de su hielo y los Andes meridionales 30-58%.
En La Paz, Bolivia, cerca del 14% de los recursos hídricos de la ciudad proceden de los glaciares en la estación húmeda – y casi un tercio en la estación seca. En Huaraz, Perú, casi el 20% del agua procede del deshielo de los glaciares, y en Santiago de Chile, este deshielo glacial proporciona el 14% de las necesidades de la ciudad; sin los glaciares, la disponibilidad de agua en la capital chilena habría disminuido casi un tercio en algunos momentos de la megasequía. En Mendoza (Argentina), el 85% del caudal del río procede del deshielo estacional y el 15% restante del deshielo de los glaciares y la lluvia.
Debido a esta dependencia, y según el informe de Naciones Unidas sobre recursos hídricos del 2025, el retroceso de los glaciares y la disminución de las nevadas en las montañas afectarán a dos tercios de toda la agricultura de regadío del mundo y tendrán repercusiones de gran alcance para la inmensa mayoría de la población.

De hecho, entre 2000 y 2023, los glaciares perdieron más de 6.500 billones de toneladas de hielo, aproximadamente lo que consume toda la población mundial en 30 años. Esto ya está reduciendo la seguridad hídrica y alimentaria en algunas regiones.
La situación es crítica: la mitad de los habitantes de las zonas rurales de montaña de los países en desarrollo sufren inseguridad alimentaria, siendo las mujeres y los niños quienes están más expuestos debido a condiciones de desigualdad.
“El agua fluye cuesta abajo, pero la inseguridad alimentaria nos pone cuesta arriba. Las montañas proporcionan el 60% de nuestra agua dulce, pero las comunidades que salvaguardan estos recursos vitales se encuentran entre las que padecen mayor inseguridad alimentaria”.
Álvaro Lario, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y presidente de ONU-Agua
Acelerado derretimiento, más desastres
Los glaciares se están derritiendo a un ritmo sin precedentes, ya que las aguas de montaña suelen ser las primeras en quedar expuestas –por ende son las más vulnerables- a las graves consecuencias del cambio climático inducido por el hombre, provocado principalmente por la quema de combustibles fósiles.
El cambio climático está provocando rápidos cambios en la cantidad, frecuencia y regularidad de las nevadas que, a su vez, están alterando gravemente el suministro de agua. No sólo eso: los cambios en las precipitaciones también están aumentando el riesgo de desastres como sequías e inundaciones por desbordamiento de lagos glaciares.

Cuando los glaciares se derriten, los lagos glaciares se llenan y pueden reventar sus presas en un proceso conocido como inundaciones por desbordamiento de lagos glaciares.
En todo el mundo, 15 millones de personas son vulnerables a posibles inundaciones por desbordamiento de lagos glaciares, con casi 1,5 millones en riesgo en Perú y otras 500.000 personas en Bolivia. La cuenca del río Santa, en Perú, se considera la segunda con mayor riesgo de desbordamiento de un lago glaciar en el mundo, seguida en tercer lugar por la cuenca del Beni, en Bolivia, donde se encuentra la capital legislativa, La Paz.
En los Andes peruanos, se ha producido un aumento casi constante de la superficie de los lagos glaciares desde 1948, y se prevé que la superficie de estos lagos aumente en 65,5 kilómetros cuadrados de aquí a 2100 en un escenario de altas emisiones. Sólo en la Cordillera Blanca de Perú, 50 nuevos lagos glaciares podrían aparecer en 2100 si las emisiones son altas, y 38 incluso si las emisiones son bajas.
Estas inundaciones pueden ser rápidas y devastadoras. En 1941, la crecida de un lago glaciar en Perú causó la muerte de hasta 5.000 personas en la ciudad de Huaraz, alrededor de un cuarto de la población de la época. En la actualidad, Huaraz tiene 6,5 veces más habitantes que en 1941, y el lago Palcacocha, aguas arriba, tiene 34 veces el volumen que tenía en 1990. Se considera que la ciudad corre el riesgo de sufrir inundaciones por desbordamiento de lagos glaciares procedentes de los tres lagos glaciares situados aguas arriba.

Este riesgo queda ejemplificado en el caso judicial en curso del agricultor y guía de montaña peruano Saúl Luciano Lliuya contra el gigante energético alemán RWE. Lliuya demandó a RWE por sus emisiones de carbono, porque considera que estas han contribuido al deshielo de un glaciar cercano a su casa, poniendo su vivienda en peligro de inundación. Por ello está pidiendo que RWE cubra el 0,47% de los costes de protección de su casa frente a una posible inundación por desbordamiento del lago glaciar; una cantidad equivalente a la contribución estimada de la empresa a las emisiones industriales mundiales de gases de efecto invernadero.
Ese es uno de los riesgos, pero la situación puede agravarse debido a que las temperaturas más cálidas podrían provocar que caiga más precipitación en forma de lluvia, la cual se escurre más rápido que la nieve de las montañas, y con esta pueden venir corrimientos de tierra.
Asimismo, las consecuencias del derretimiento de los glaciares también se viven montaña abajo, en las costas. De hecho, el deshielo de los glaciares es el segundo factor que más contribuye al aumento del nivel del mar, después del calentamiento de los océanos: el mar se incrementó 18 mm entre 2000 y 2023, por ejemplo. Y cada milímetro de subida del nivel del mar expone a 300.000 personas más a inundaciones anuales.
Un estudio, denominado Glacier Mass Balance Intercomparison Exercise (GlaMBIE), reveló que entre 2000 y 2023 los glaciares perdieron el 5% del hielo que les quedaba.
Y esto es grave porque propicia un proceso de retroalimentación: el deshielo glacial acelera el cambio climático debido a la pérdida del efecto albedo. La explicación: el hielo y la nieve reflejan la luz solar, enfriando el planeta, pero la roca oscura y el suelo bajo los glaciares absorben el calor del sol, acelerando el calentamiento global.
