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POR PILAR ASSEFH

Vaca Muerta, el gigante energético de Argentina, vuelve a despertar” leímos entre los titulares de estos días. Genera una suerte de déjà vu, ¿no? ¿Cuántas veces hemos leído frases similares en los últimos años?

Desde los primeros anuncios de la entonces presidenta Cristina Kirchner, allá por 2013, hasta hoy, las promesas en torno al potencial y los beneficios que nos aportaría Vaca Muerta han sobrado. El problema es que no se concretan. Y cual Penélope en el andén, seguimos esperando, confiando ciegamente en que vendrán. ¿Hasta cuándo lo seguiremos haciendo? ¿Será que también se paró nuestro reloj infantil? 

Reparemos en el momento de la historia que estamos escribiendo. Una parte importante del mundo está virando hacia la descarbonización: sean estos compromisos reales o mero greenwashing, ciertamente son indicación de un rumbo. Pero hay más. Mucho más.

Porque la Administración de Información de Energía de los Estados Unidos proyecta que, para 2030, las energías eólica y solar superarán al gas natural. Y porque un gigante como General Motors va a dejar de producir autos con motores a combustión en 2035. También porque la francesa Total cambió su nombre —ahora es “Total Energy”— para dejar en claro que no es sólo una petrolera, sino que además invierte fuerte, por ejemplo, en las renovables; al tiempo que Shell anunció que se alejará gradualmente de los hidrocarburos, para concentrarse en la recarga de vehículos eléctricos, las fuentes renovables y el hidrógeno verde.

Estas son noticias que deberían estar en nuestro radar, y ciertamente en el de nuestro Gobierno, a la hora de definir la estrategia de los próximos años. Porque, esto queda claro, la transición ya comenzó.

Y la Argentina cuenta con recursos sumamente ricos para no sólo sumarse a ese tren, sino liderarlo. Pensemos en los vientos de la Patagonia, pensemos en el sol del Norte, pensemos en el hidrógeno verde, pensemos en nuestros bosques y el potencial de captura de carbono, pensemos en la carne de pastura y el gran negocio que de ello puede devenir, pensemos en la agroecología. Podemos estar a la vanguardia, o podemos seguir esperando como Penélope a que llegue nuestro amante fiel, negándonos a reconocer que este ya vino y se fue, o que jamás volverá.

Antes de despedirnos, un recordatorio: la Argentina —en voz del presidente Alberto Fernández— ya se comprometió a ser carbono neutral para 2050. ¿Es esta otra promesa por cuyo cumplimiento no haremos más que esperar? En principio, no estaríamos generando confianza entre los analistas internacionales. Y, dadas las políticas que se vienen implementando (como el Plan Gas.Ar IV), no es difícil entender por qué.

Dejemos ya de tejer sueños en nuestras mentes. 

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