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La quema de todo combustible fósil calienta el planeta, ya que es un proceso que emite gases de efecto invernadero (GEI) invisibles que se acumulan en la atmósfera y atrapan el calor del sol como si fuera una frazada de plumas.

El dióxido de carbono, el principal de los GEI, tarda siglos en degradarse. Por eso, los cambios en el clima que vemos en todo el mundo comenzaron a gestarse en 1850, cuando se empezó a utilizar el motor a combustión interna.

En diciembre de 2015, se adoptó el Acuerdo de París para limitar la suba de la temperatura media planetaria a 2°C (haciendo esfuerzos para que no supere 1,5°C) respecto de ese mismo año. Esto implica que todos los países deberán hacer una transición hacia una economía baja en carbono para 2050, lo cual ya empezó a suceder.

Y no solo porque es necesario para salvar al mundo, sino porque conviene económicamente. Las tecnologías renovables son mucho más baratas. Y más populares. Y no emiten GEI.

Fósiles a la baja

La crisis de precios que está atravesando actualmente la industria hidrocarburífera se produce en un momento de recambio tecnológico estructural. Las grandes firmas del sector lo saben. Esto se refleja en el valor de sus activos, que han venido en caída desde hace meses.

Unos ejemplos: entre enero y noviembre de este año, la cotización en la Bolsa de Nueva York de ExxonMobil cayó -40,51% (US$62,12 a US$36,95); la de Petrobras, -35,71% (US$14,11 a US$9,07); y la de YPF, -49,41% (US$9,39 a US$4,75); en tanto, la de Repsol, en la Bolsa de Madrid, se redujo en -38,09% (12,47 a 7,72 euros).

Fuente: Pixabay.

A ello se suma que ExxonMobil, que supo ser la compañía con mayor capitalización de los Estados Unidos, fue expulsada del Dow Jones en agosto. El dato: la petrolera formó parte de 92 de los 124 años de la historia del índice y era su integrante más antiguo.

Atentas a los vientos de cambio, gigantes de la industria como BP y Shell anunciaron objetivos de descarbonización a 2050 (¡ojo! No son suficientes). Eso nos da un fuerte indicio de que el negocio de los hidrocarburos está maduro, y que probablemente su pico máximo de consumo (al menos, en el caso del petróleo) ya haya pasado.

¿Podría ser el pico del petróleo? Posiblemente. Posiblemente. Yo no lo descartaría.

Bernard Looney, presidente Ejecutivo de BP.

Renovables en alza

Mientras esto sucede —en un año que ha visto el precio de referencia del crudo en los Estados Unidos llegar al nunca antes visto valor negativo de US$37,63 (sí, el vendedor tuvo que pagarle al comprador para que le saque el petróleo de las manos: ¡insólito!)—, las fuentes renovables continúan su senda creciente, con una demanda que se expandió cerca del 1,5% durante el primer semestre de este año, y empresas cuya cotización refleja este buen momento y la confianza que el mercado deposita en que continuará.

Así, entre enero y noviembre de este año, los papeles de Iberdrola aumentaron su valor en 15,90% (9,87 a 11,44 euros) en la Bolsa de Madrid; los de Solaria, en 125,08% (8,45 a 19,02 euros); y los de Siemens Gamesa, en 94,44% (14,40 a 28 euros).

Fuente: Pixabay.

Tomando todo esto en consideración, ¿no sería momento de que, en la Argentina, dejemos de apostar nuestra pocas monedas al gas y al petróleo? Después de todo, el viento y el sol también son argentinos. Y, en este sector, sí podemos ser líderes internacionales.

Por otra parte, y a diferencia de los hidrocarburos, las renovables no son commodities cuyo precio se negocia en la Bolsa de un país lejano, sujeto a los vaivenes del mercado internacional, y a los idas y vueltas políticos que ocurren en otros puntos del planeta.

La tecnología para hacer el recambio de matriz energética es cada vez más barata. Emprender esta tarea ayudaría a crear miles de puestos de trabajo de calidad en todo el país. Podría, también, descentralizar las redes, establecer generaciones distribuidas y evitar que toda esta energía deba ser transportada por kilómetros y kilómetros (con el ahorro en costos económicos y ambientales que ello implica), podría verdaderamente hacernos independientes y dueños de nuestra propia energía. ¿Vamos a dejar pasar esta oportunidad?